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Fidel: Luz eterna y enseñanzas a cada paso


Hay en el ambiente un vacío inexplicable. La ley de la vida es inevitable, pero confieso que nunca estuve preparado para recibir un golpe tan demoledor. Un gancho al estómago que me dejó sin aliento. Fidel falleció.

La quietud y el silencio nunca tuvieron tamaña frialdad como desde la mañana de sábado. El mundo perdió a uno de sus mejores abogados, de los más dignos defensores de cuanta causa noble y justa se le presentara.

Salí a caminar en la mañana del lunes rumbo al Memorial José Martí de la Plaza de la Revolución, en una batalla perenne con la realidad. Los pasos apesadumbrados, me resistía a creer que marchaba hacia la despedida de ese hombre providencial, paradigmático, al que, en medio de un orgullo inmenso, como si de un gigante de dimensiones cósmicas se tratase, le estreché la mano en el II Congreso de los Pioneros; a quien ansié ver luego en una visita a la Lenin, al luchador incansable, aglutinador sin límites, visionario.

Al hombre capaz de lanzar la primera bola en partidos de béisbol trascendentales, el de los Panamericanos de La Habana 1991, precursor de la I Olimpiada del Deporte Cubano en contexto hostil, el de miles de batallas libradas; su discurso de unidad y alerta a los jóvenes en el Aula Magna en el año 2005; la solidaridad con Nicaragua, Venezuela, Haití, Ecuador, África, Pakistán… las guerras de liberación y soberanía en Angola, Etiopía… a favor del retorno de Elián González, y de los 5 Antiterroristas cubanos encarcelados en Estados Unidos. Simplemente el portaestandarte de las izquierdas progresistas de Latinoamérica y cualquier rincón del planeta.

El hombre preocupado por la lucha contra el sida y el cáncer, por el calentamiento global, el agujero de la capa de ozono y el cambio climático, el defensor a ultranza de los derechos humanos y del niño, denunciante implacable de la pobreza y la desigualdad.

Como yo, Cuba toda se rehusaba a asumir la partida, pero de la mano del ejemplo y el compromiso, entre lágrimas de dolor profundo, marcharon para dar fe de la continuidad de su ideario, en agradecimiento, con el eco ensordecedor de la luz y las enseñanzas eternas a cada paso.

EN CADA LATIDO DE CUBA

Fidel. Podría recoger pasajes en estas líneas durante nueve días ininterrumpidos, pero intentaré poner mi sentir en voz de otros, que igualmente se dieron cita en el Memorial José Martí para sellar con un hasta siempre Comandante ese hasta luego, para viajar en lo adelante protegidos por su ideario. Para recordar al líder, pero también al hombre, a ese amante del baloncesto en sus poquísimos ratos libres, al seguidor de la pelota, al impulsor de disímiles proyectos, al padre de familia y amigo entrañable.

Por eso más allá del dolor experimentado por millones de cubanos, queda luz, ejemplo a seguir y ruta de un país que queda en mano de generaciones de Fidel multiplicadas.

Clara Bermúdez tiene 86 años, aprendió, mucho antes del triunfo de la Revolución, a levantarse con el canto de los gallos en su natal Banes. Allí vio como la guardia rural desalojó a sus vecinos y confiesa que desde enero de 1959 “los barbudos” transformaron la realidad de nuestro país: “Desperté con la noticia y rompí a llorar. Entonces le exigí a mi nieto Ernesto que me trajera a rendirle tributo a Fidel. Es mi pequeña muestra de agradecimiento y admiración. La manera que tengo de demostrarle mi confianza, que defenderé su legado hasta el fin de mis días, y que mi nieto, creció con la educación y formación que fue capaz de darnos a todos los cubanos”.

La fortaleza del pensamiento y acción de Fidel tienen una solidez de fuerte inexpugnable. No importa si la embajada de los Estados Unidos no colocó su bandera a media asta, mucho menos si el “inepto” de Trump hizo declaraciones como esta:

“Hoy, el mundo marca el fallecimiento de un brutal dictador que oprimió a su propio pueblo por cerca de seis décadas. El legado de Fidel Castro es uno de escuadrones de fusilamiento, robo, sufrimiento inimaginable, pobreza y la negación de los derechos humanos fundamentales.

“Mientras Cuba sigue siendo una isla totalitaria, es mi deseo que este día signifique alejarse de los horrores que han durado demasiado, e ir hacia un futuro en el que el maravilloso pueblo cubano finalmente viva en la libertad que tanto merece.

El sentir de la humanidad se ha manifestado, mandatarios, personalidades de todas las esferas de la sociedad, gente humilde de pueblo, indios, arios, negros y chinos, sin distinción han expresado sus condolencias para con el líder histórico de la Revolución.

Descendieron por la Escalinata de la Universidad de la Habana cientos de continuadores de su obra, sobre quiénes descansará Cuba en el futuro. Entre ellos, Greisy Loyola, una estudiante de 21 abriles que cursa el segundo año de derecho, y quien se grabó en tinta roja el nombre de Fidel en sus mejillas:

“Fidel estará siempre presente en cada conferencia. Mi inclinación por el derecho vino desde la primera vez que escuché de su alegato y autodefensa en el Juicio del Moncada. Luego hurgué en el hombre, en cientos de anécdotas, en su porte imponente de traje verde y fortaleza de Caguairán, en el defensor a ultranza de la paz y equidad mundial. En el niño nacido en Birán, descubierto tras la lectura minuciosa de Todo el tiempo de los Cedros. Su nombre con tinta roja en mi piel es apenas una muestra mínima de retribución.

Puede descansar tranquilo, continuar guiándonos desde cualquier dimensión. Para aquellos escépticos que dudan sobre si la juventud cubana podrá sostener el futuro de la nación, solo piensen que hay miles de jóvenes como yo, dispuestos a grabar con sangre y defender hasta las últimas consecuencias a la Revolución”.

Clara y Greisy son dos cubanas de generaciones y formación bien diferentes, pero en quiénes, al igual que en muchos otros, caló el pensamiento de nuestro Comandante. Porque de forma irrefutable la historia lo absolverá, del mismo modo en que lo recordaremos andando, intercambiando criterios con el pueblo, interesado por los más insospechados temas asociados al destino del país, pendiente a los puños de nuestros boxeadores o a los tiempos y marcas de nuestros atletas, degustando una canasta, o un fragmento de Giselle, leyendo… sin asomo de arrogancia, porque ciertamente, toda la gloria del mundo cabe en un… ¡Hasta Siempre Comandante!


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