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Multitudinario homenaje a Fidel desde Buenos Aires


“¡Fidel, Fidel, qué tiene Fidel, que los imperialistas no pueden con él!” (Canto popular cubano)

“El gris se convierte en oro justo cuando el día se estaba poniendo viejo” (Luca Prodan)

La mañana del sábado 26 de noviembre en Buenos Aires transformó un cielo azul y un sol de primavera que iluminaba todo, en nubes grises que descargaron una lluvia gruesa, volviendo el ambiente húmedo y pesado. La noticia del fallecimiento de Fidel, sin duda, había entristecido al propio cielo.

Mensajes, llamadas, leer noticias, escuchar el anuncio de Raúl y verlo triste, desconsolado, un desconsuelo que se arrimó a muchas personas en el mundo, porque era difícil abstraerse de que Fidel Castro Ruz, Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, líder de izquierda respetado hasta por sus propios enemigos, ese hombre que hace unos meses había festejado sus 90 años, ya no estaba sobre esta tierra.

A media mañana, desde varios espacios y organizaciones argentinas se convocó a un acto en el Obelisco, en pleno centro porteño. La lluvia arreciaba, mientras las noticias confirmaban hasta dónde había llegado Fidel. Líderes mundiales y presidentes enviaban sus condolencias a Cuba, los testimonios recogidos en las calles de cualquier país reflejaban que el revolucionario cubano no había pasado desapercibido por este mundo, ciudadanos rusos se acercaban a la embajada cubana en Moscú para dejar flores en honor al líder cubano, Sava Tasic –un joven serbio de 17 años de la ciudad de Leskovac- escribió una carta: “Desde niño, en el espíritu de las tradiciones libertarias en las cuales yo crecí, conozco los grandes sacrificios que ha hecho el pueblo cubano en la lucha contra los poderes imperialistas más fuertes”. Y agregó: “En esa lucha, el peso más grande y el mayor mérito para el éxito lo tuvo Fidel Castro”.

Aunque el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, festejaba la desaparición física del dirigente cubano, millones de personas daban por tierra con las declaraciones del magnate estadounidense. Fidel seguía en las calles.

El ejemplo más gigante

“Mi primer recuerdo de Fidel es de la mano del Che, de tener una referencia del Che y al toque verlo con Fidel en la revolución cubana”, dice Soledad De Battista, integrante de la Juventud Guevarista (JG).

Alrededor de ella, en una de las plazoletas del Obelisco, cientos de personas se reúnen y otras tantas siguen llegando para recordar al líder cubano. En el centro del lugar se forma una ronda integrada por pibas y pibes de diferentes organizaciones políticas y sociales. Suenan los bombos, flamean las banderas y los cantos de decenas de voces repiten “¡Fidel, querido, el pueblo está contigo!”. Una bandera amplia, con la cara del dirigente revolucionario, resume el sentimiento de la mayoría: “Fidel Vive”.

De Battista recuerda que en plena década de 1990 comenzó su acercamiento a la revolución cubana y, ya en el 2000, al ingresar a la facultad “me comencé a contactar con otra gente, a compartir libros, y conocer por todo lo que había pasado el pueblo cubano, por eso no me queda más que un sentimiento de profunda admiración”.

“Para nosotros, Fidel es el más grande de todos –resumen la militante de la JG-. Es el ejemplo más gigante de un hombre que dio todo por sus ideales, que supo enfrentar a todas las adversidades. Fidel siempre tuvo una ética intachable, incorrompible, y le demostró a la humanidad que el mundo no sólo estaba hecho de injusticias y de sufrimientos, sino que existía la posibilidad de la liberación concreta en un país como Cuba, que era dependiente, subdesarrollado, donde nadie se imaginaba que una revolución socialista podía triunfar”.

Fidel y el Che: el camino a seguir

Para las siete de la tarde en Buenos Aires la lluvia es sólo un recuerdo. El cielo dejó atrás su oscuridad y ahora la noche es precedida por una mezcla de anaranjado y rosa que cubre a toda la ciudad. Corre una brisa fresca, la gente conversa, sonríe, las parejas se abrazan, Fidel sobrevuela a todas y a todos.

Magdalena Rossi, del Movimiento Popular La Dignidad (MPLD), sabe que es un día triste porque “falleció un referente de nuestras luchas, el único que, junto a su pueblo, nos demostró que luchando es posible construir un mundo nuevo”. La militante agrega que para su organización “Fidel y el Che representan no sólo unas imágenes en nuestras banderas, sino un camino a seguir, no sólo en términos de transformación de la sociedad, sino en la construcción de un ser humano distinto, de un hombre y una mujer nuevos”.

Por su parte, Ezequiel Moscovich, de la OLP-Simón Bolívar, remarca que “Fidel es un cuadro integral. Es un intelectual y, al mismo tiempo, le puso el cuerpo a estar en la selva, a caer preso. Esa integralidad, su transparencia y esa forma humilde de entender las cosas, con una proyección estratégica, me parece que lo hacen una persona que no se puede olvidar y que marca un antes y un después en la historia de nuestra región”.

La inmensa obra

“Tristeza, tristeza profunda porque…”, dice Valeria Ianni. Con esas simples palabras, la militante de la organización Hombre Nuevo (HM) recuerda el momento en que se enteró del fallecimiento del líder cubano. A su alrededor los bombos y cantos suenan acompañados por los bailes de las pibes y los pibes. Pero en Valeria hay unos segundos de silencio, segundos personales e íntimos. “Fidel es uno de los irremplazables –continúa Ianni-, es un símbolo para todos nosotros que ahora duele”.

Al igual que muchos jóvenes, cuando en la década de 1990 el neoliberalismo llevaba las de ganar, la figura del dirigente cubano apareció como un espejo donde proyectar la rabia y las ganas de cambiar las injusticias. En esa época, señala la militante de Hombre Nuevo, “Fidel era la persona que no sólo cuestionaba el neoliberalismo, sino que era un emblema ético. Pero no sólo él lo era, sino toda Cuba, en una de sus peores condiciones de su historia, levantando las banderas de la dignidad, de no doblegarse ante el bloqueo, ante el derrumbe del campo socialista”.

Para Ianni, uno de los legados de Fidel es su obra, conformada por cientos de discursos y escritos: “Tenemos que hacer una lectura atenta de esa inmensa obra, que aporta algo fundamental al campo popular que es el pensamiento estratégico y la claridad para contribuir a la revolución”.

La noche ya toma Buenos Aires. Las luces del centro de la ciudad se proyectan sobre las banderas que flamean. Quienes están en el Obelisco no dejan de recordar a Fidel. Varios referentes sociales y personalidades improvisan discursos, rescatando las virtudes del líder revolucionario y del pueblo cubano. La coincidencia es permanente: las razones por las cuales Fidel y su pueblo hicieron la revolución siguen vigentes.

Antes de que el acto termine me llega un mensaje. Es de Juan Reardon, un gran amigo que vive en Venezuela. Sus palabras resumen un pensamiento general: “Mucho dolor compañero, mucho. Pero nada. Hizo, transformó, liberó. Consolidó. Duele pensar en el dolor ajeno. Tantos millones llorando hoy. Pero nada. ¡Por lo menos ganó! Mucho. No hay comparación hermano. Victoria tras victoria. 90 años de obras dignas”.

La lluvia ya está lejos de Buenos Aires, pero muchos sentimos una fina garúa en el pecho, una fina garúa prendida fuego.

(Con información de Resumen Latinoamericano)


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